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“Lo que sea” - Qué pasa con los niños separados de sus familias en la frontera de EE.UU.

La CBP no cuenta con servicios de cuidado infantil en los centros de detención

Una solicitante de asilo hondureña de 2 años llora mientras su madre es registrada y detenida cerca de la frontera entre Estados Unidos y México el 12 de junio de 2018, en McAllen, Texas. La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) está aplicando la política de “tolerancia cero” del gobierno de Trump a los inmigrantes indocumentados. © 2018 John Moore/Getty Images

En los últimos días he tenido la oportunidad de ver qué pasa con los niños inmediatamente después de que los funcionarios de inmigración de Estados Unidos los separaran de sus padres. El jefe de gabinete de la Casa Blanca, John Kelly, dijo que no debemos preocuparnos por estos niños porque serán “colocados con familias de acogida temporal o lo que sea”.

A juzgar por el tiempo que pasé entrevistando a niños y sus padres en McAllen, Texas, parece ser que se conforman con “lo que sea”. No hay servicios específicos para niños en los centros de detención de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) de EE.UU., tanto en las celdas de detención a corto plazo conocidas informalmente como “hieleras”, por sus temperaturas extremadamente frías, como en el centro de procesamiento más grande. No hay áreas recreativas, no hay donde correr o jugar y no hay juguetes ni libros de ningún tipo. “No estamos establecidos como un servicio de guardería”, nos dijo un funcionario de la CBP.

Se supone que estos deben ser centros de detención de corto plazo: la ley federal requiere que la CBP transfiera a los niños no acompañados al Departamento de Salud y Servicios Humanos “en un plazo de 72 horas” después de que las autoridades hayan sido notificadas de que los menores han sido separados de sus padres.

Pero incluso tres días es mucho tiempo para un niño. Tomemos como ejemplo el niño de 5 años que conocí el viernes. Había permanecido en un área enjaulada durante casi un día con niños mayores que no conocía; nadie le dijo dónde estaba su madre ni lo que le iba a pasar.

Ahora que la CBP está administrando en la práctica guarderías para niños demasiado pequeños para la escuela primaria, uno pensaría que al menos podrían haber contratado a personal capacitado para cuidar de los niños. Pero conforme pasé la mayor parte del viernes en el centro de procesamiento Ursula de la CBP, el único personal que vi fueron agentes uniformados, uno o dos asignados para vigilar de cuatro a seis corrales que contenían entre 20 y 30 niños cada uno.

Algunos de estos niños todavía llevan pañales. Cuando Michelle Brané de la Comisión de Mujeres Refugiadas fue a visitar a una niña que según la CBP tendría unos 2 años, descubrió que un grupo de adolescentes se había turnado para cuidarla durante tres días. Brané dijo que los agentes de la CBP no habían hecho más que comprobar el nombre de la niña cuando pasaban lista al grupo.

El presidente Donald Trump prácticamente ha admitido que está usando la separación familiar como una táctica de negociación para obtener la legislación migratoria que quiere. Eso es reprobable. Los niños no deberían ser usados ​​como peones políticos. Y “lo que sea” no debería ser una respuesta política aceptable cuando el gobierno separa a los niños de sus familias.

 

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