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Responsables de Asuntos Exteriores de EE.UU. y Asia Central en Astana, Kazajstán, 28 de febrero de 2023. 2023 Olivier Douliery/Fotografía AP © 2023 Olivier Douliery/AP Photo

Durante décadas, Europa y Estados Unidos han abordado Asia Central con un espíritu de geopolítica primero y de derechos humanos después, si es que lo han hecho. La primera reunión de este tipo celebrada esta semana por el presidente estadounidense Biden con sus cinco homólogos regionales parece haber dado más de lo mismo.

Desde que en febrero del año pasado Rusia iniciara una invasión de Ucrania plagada de atrocidades, Occidente ha querido consolidar sus relaciones en la región. Han estado instando a los gobiernos de Asia Central a resistirse a los esfuerzos de Moscú por utilizar las rutas comerciales a través de sus países para eludir las sanciones.

Los dirigentes de países que estuvieron durante mucho tiempo bajo el yugo ruso y soviético, y que ahora escuchan el discurso imperialista de Putin y ven cómo su ejército invade países vecinos, tienen sus propios intereses en reforzar sus lazos con potencias de otros lugares.

Pero cualquier asociación que aspire a una seguridad real en la región debe ir más allá de los viejos clichés. Asia Central es algo más que su "importancia estratégica" o su "riqueza de recursos", siempre "en la encrucijada" de algo u otro que el mundo exterior desea.

Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán no son simplemente aliados geopolíticos potenciales o fuentes de materias primas. Son, ante todo, su gente.

Y los habitantes de estos cinco países se enfrentan desde hace tiempo a graves violaciones de los derechos humanos.

En Kazajistán, las protestas de enero de 2022 fueron reprimidas con fuerza letal, detenciones ilegales y tortura. El gobierno aún tiene que investigar adecuadamente y pedir cuentas a los responsables.

Kirguistán solía ser la mayor esperanza de la región, con una sociedad civil y unos medios de comunicación vibrantes. Sin embargo, las autoridades se han propuesto más recientemente aplastar a ambos.

El gobierno de Tayikistán reprime violentamente las reuniones pacíficas, utiliza cargos falsos contra defensores de los derechos humanos y periodistas, y ha disuelto muchos grupos de la sociedad civil.

Turkmenistán es, sencillamente, uno de los países más cerrados y represivos del mundo.

Uzbekistán, parece que ha dado carpetazo a un programa de reformas largamente anunciado, y el país está en retroceso. Han aumentado las restricciones a los medios de comunicación y los procesamientos de periodistas por motivos políticos. No ha habido rendición de cuentas por la dura respuesta de las autoridades a las protestas de julio de 2022.

Todas estas cosas deberían haber estado en primer plano -o al menos haberse mencionado- en la "cumbre 5+1" de líderes regionales con Biden celebrada el martes. Dado que se trataba de la primera reunión de un presidente estadounidense con los cinco presidentes de Asia Central, habría estado bien que los derechos humanos en la región hubieran desempeñado un papel más importante. Y tampoco habría estado de más que los cinco sacaran a relucir las violaciones de los derechos humanos en Estados Unidos.

Sin embargo, no hubo mucho de lo que alegrarse. El comunicado oficial de la Casa Blanca menciona una "nueva iniciativa sobre los derechos de los discapacitados", pero los detalles son escasos. (Estamos investigando. Manténgase al tanto).

Si bien no es  5+1=0, pero por desgracia, se acerca bastante.

Los gobiernos de Asia Central son aliados difíciles, sin duda, pero los amigos deberían ser capaces de hablar de temas difíciles juntos. Y si Estados Unidos y otros países están realmente interesados en la cooperación en materia de seguridad en la región, deben pensar más en su gente.

La estabilidad a largo plazo es imposible cuando se pisotean los legítimos derechos y aspiraciones de tantos ciudadanos.

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