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Abordar la crisis climática en épocas de pandemia

Ante la inminencia de un mayor caos climático, será clave abandonar los combustibles fósiles

© 2020 Brian Stauffer for Human Rights Watch

Por Katharina Rall

Mientras la pandemia de Covid-19 ocupó los titulares durante gran parte de 2020, el cambio climático —la otra crisis global que podría tener consecuencias catastróficas para la vida de las personas— ha seguido cobrando terreno. Aunque la pandemia puede haber limitado temporalmente algunas actividades que contribuyen a las emisiones de gases de efecto invernadero, como la aviación, los gobiernos en general han dilapidado la oportunidad de acelerar reducciones más sustanciales de las emisiones en sus políticas económicas. En 2021, los gobiernos deberán esforzarse mucho más y hay razones para creer que pueden llegar a hacerlo.

En 2020, se produjeron inundaciones devastadoras en Filipinas, incendios forestales destructivos en California, olas de calor letales en el Sur de África y una temporada de huracanes de intensidad sin precedentes en América Central. Estos y otros eventos amplificados por el cambio climático están teniendo consecuencias cada vez mayores para las vidas y los medios de subsistencia de las personas, en particular las poblaciones marginadas.

En 2020, Human Rights Watch documentó evidencias de que el cambio climático en Canadá está privando a los pueblos indígenas del acceso a sus fuentes tradicionales de alimentos y agudizando el problema de la pobreza alimentaria. En Colombia, mostramos que las sequías cada vez más frecuentes están agravando la desnutrición entre los niños y niñas de comunidades indígenas. En Estados Unidos, expusimos que el calor extremo se asocia con resultados de nacimiento adversos, incluido el nacimiento pretérmino.

Estos perjuicios relacionados con el clima mellan gravemente la posibilidad de las personas de efectivizar derechos humanos básicos. Y representan apenas algunos de los impactos cada vez mayores en todo el mundo que, según se prevé, se intensificarán con el aumento constante de las temperaturas en los próximos años.

El consenso entre los científicos es que habrá consecuencias catastróficas si no impedimos que las temperaturas se eleven más de 1,5 ºC por encima de los niveles preindustriales. Todavía es posible prevenir ese resultado, pero solamente si logramos realizar una transición rápida de los combustibles fósiles, como el carbón, el gas y el petróleo, hacia energías renovables como las de fuente eólica y solar.

Pese a este consenso, los combustibles fósiles siguen dominando los mercados energéticos, y ello se debe a varia razones. La mayoría de los gobiernos apoya en forma activa al sector de combustibles fósiles a través de subsidios y ventajas fiscales, que no benefician a las poblaciones más afectadas por el cambio climático. Debido a reglamentaciones ambientales inadecuadas y a la escasa rendición de cuentas en materia de descontaminación, las empresas pueden externalizar el verdadero costo de los combustibles fósiles, a saber, evitar pagar las consecuencias ambientales, económicas y para la salud.

Las decisiones que toman los gobiernos acerca de dónde destinan los fondos para estimular y apoyar la recuperación después del Covid-19 podrían ser cruciales para que haya una transición rápida a las energías renovables y para proteger los derechos de quienes se ven afectados por la pandemia y la crisis climática. Sin embargo, hasta la fecha demasiados gobiernos han optado por redoblar su apoyo a los combustibles fósiles. Canadá, uno de los 10 mayores emisores de gases de efecto invernadero, aumentó los subsidios gubernamentales a los combustibles fósiles, para los cuales destinó sumas de más de USD 14.000 millones, como parte de la recuperación tras el Covid-19. Estados Unidos ha gastado al menos USD 72.000 millones de los fondos previstos para la recuperación del Covid-19 en apoyo a los combustibles fósiles, mientras que otros USD 27.000 millones se aplicaron a promover las energías más limpias. Aunque se comprometió a reducir la dependencia de los combustibles fósiles como parte de su Pacto Verde Europeo, la Unión Europea siguió subsidiando esos combustibles en al menos USD 165.000 millones por año.

¿Qué esperanzas hay de que el 2021 sea distinto?

En primer lugar, los gobiernos tendrán nuevas oportunidades de priorizar las fuentes de energía renovables por sobre los combustibles fósiles a medida que implementen más paquetes de estímulo por el Covid-19. Esta vez, podrán tomar decisiones más sensatas acerca de cuáles son los sectores de la economía que más se necesitan para proteger la vida y el bienestar de sus poblaciones en el largo plazo.

En segundo lugar, todos los gobiernos deben amplificar sus planes de acción climática nacionales a fin de cumplir los objetivos del acuerdo climático de París de 2015. Son muy pocos los que cumplieron con el plazo de 2020; sin embargo, ante la proximidad de la próxima cumbre global sobre el clima programada para noviembre de 2021, hay mayor presión para ser más ambiciosos. Si los gobiernos optan por emplear el gasto continuo destinado a combatir el Covid-19 para apoyar una transición justa, podrán proponer planes que ayuden a salvar tanto sus economías como el clima.

Por último, los dos principales emisores de gases de efecto invernadero del mundo parecen decididos a emprender acciones climáticas más ambiciosas. El presidente entrante de EE. UU. Joe Biden ha prometido que ese país, el segundo mayor emisor del mundo, volverá a unirse al Acuerdo de París, alcanzará las cero emisiones para el año 2050 y reorientará los subsidios de los combustibles fósiles a los combustibles renovables. China, el principal emisor del mundo, se comprometió en septiembre a llegar a cero emisiones antes de 2060. Aún está por verse cuán genuinos son estos compromisos asumidos por estos grandes emisores. Pero, de por sí, los compromisos pondrán mayor presión sobre otros altos emisores para que alcancen sus objetivos sobre neutralidad en carbono.

Si los diez principales emisores no lo hacen, habremos perdido otro año crucial. Y la amenaza de consecuencias catastróficas se agudizará: para los pueblos indígenas en el norte de Canadá, las personas embarazadas expuestas al calor en EE. UU. y los niños y niñas indígenas en Colombia. También para otras poblaciones marginadas en todo el mundo y, en última instancia, para todos nosotros.