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Hong Kong ha desaparecido, pero no en espíritu

Boletín informativo, 20 de marzo de 2024

Una pantalla muestra el recuento de votos tras la tercera lectura de la Ordenanza de Salvaguarda de la Seguridad Nacional en el Consejo Legislativo de Hong Kong, el 19 de marzo de 2024. © 2024 AP Photo/Louise Delmotte

Los historiadores seguramente debatirán durante mucho tiempo cuál fue exactamente el punto de no retorno del régimen autoritario en Hong Kong.

Algunos dirán que era inevitable que Pekín incumpliera sus promesas e impusiera su férreo control después de que el Reino Unido entregara el territorio a China en 1997. Otros argumentan que los británicos sólo permitieron instituciones representativas en los últimos años de su dominio colonial, por lo que las tradiciones de democracia y derechos humanos no estaban lo suficientemente arraigadas como para prosperar después.

Sea como sea, en marzo de 2024 está claro que Hong Kong está totalmente bajo la bota autoritaria de Pekín. La ciudad perdió ayer sus últimos vestigios de libertades fundamentales, cuando el Consejo Legislativo de Hong Kong, controlado por Pekín, aprobó una nueva ley de seguridad. Por unanimidad y sin enmiendas, por supuesto.

La "Ordenanza de Salvaguarda de la Seguridad Nacional" es verdaderamente draconiana. La nueva ley amplía los poderes policiales y debilita los derechos procesales. Castiga la expresión pacífica y el activismo de la sociedad civil con largas penas de cárcel.

En palabras de mi experta colega Elaine Pearson: "Ahora, incluso poseer un libro en Hong Kong crítico con el gobierno chino puede suponer años de cárcel".

Lo más inquietante, quizá, es que las disposiciones de la nueva ley se aplican no sólo a los residentes y empresas de Hong Kong dentro del territorio, sino en cualquier parte del mundo. En resumen, las autoridades pueden utilizar esta ley para silenciar la disidencia tanto en la ciudad como en el resto del mundo.

La nueva ordenanza profundizará la represión ya conocida bajo la Ley de Seguridad Nacional, que Pekín impuso a la ciudad en 2020.

Esa ley anterior desmanteló el movimiento prodemocrático de Hong Kong deteniendo y procesando a representantes electos y a miles de manifestantes pacíficos. Eliminó grupos de la sociedad civil y sindicatos independientes, y cerró el periódico prodemocrático más popular.

Los amplios y prolongados esfuerzos de Pekín por acabar con cualquier atisbo de democracia y respeto de los derechos humanos en Hong Kong revelan irónicamente exactamente lo que China quería ocultar: mucha gente en Hong Kong está en contra del gobierno autoritario de Pekín.

Muchos ciudadanos de Hong Kong llevan años oponiéndose sistemáticamente a este tipo de medidas draconianas. Ya en 2003, medio millón de personas se manifestaron contra ellas. Y a medida que China se cerraba en banda, muchos utilizaron el único voto libre que sentían que les quedaba, votando con los pies: unos 100.000 han huido de la ciudad.

Algunos historiadores sostienen que Hong Kong fue transferida de un imperio a otro, como un peón en un juego geopolítico. Pero esa forma de pensar, como la propia mentalidad imperial, ignora a la gente que vive allí y lo que ha querido para sí misma.

Lo cierto es que muchos hongkoneses han luchado valientemente por la democracia y los derechos humanos. Y sí, las cosas parecen bastante sombrías ahora, pero su espíritu y su búsqueda de la libertad servirán algún día de antorcha para un futuro más brillante.

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